Los chakras son los puntos calientes de energía que poseen todos los seres vivientes. Estos crean un canal compuesto por estos puntos, que giran y se sitúan a lo largo del eje del cuerpo.
Imaginemos una energía que fluye por todos los canales del cuerpo, como lo hace la sangre por las venas y las arterias. Cuando estos canales se cruzan entre sí, se produce una concentración de fuerza, un punto energético caliente. Y cuando son muchos los canales que se cruzan, surge un gran punto caliente de energía. Los canales energéticos se denominan meridianos (nadis, en la tradición india) y los puntos energéticos calientes son los chakras.
El otro gran componente de sistema energético del cuerpo es el aura, un campo de energía etérea que rodea el cuerpo. La energía emana de los chakras hacia el aura y regresa por los chakras al interior del cuerpo, aportando así una sensación psíquica del entorno. La concentración de la mente y el trabajo con cristales, colores y fragancias, favorece el flujo de esta energía.
Los chakras oscilan naturalmente en su equilibrio y alineación, fluctúan con los momentos altos y bajos de cada día. Las pequeñas tensiones de la vida, las enfermedades menores, las emociones e incluso los pensamientos pueden modificar el equilibrio del sistema de chakras. Nuestra energía recibe la influencia de lo que hacemos. Cuando nos sentimos incomodos o nerviosos, o no seguimos nuestro camino en la vida, nuestros chakras aparecen desplazados y, si no trabajamos con ellos, pueden tardar mucho tiempo en realinearse, provocando secuelas emocionales y enfermedades físicas.
Para encontrar el pronto equilibrio y sanación hay diferentes métodos y tratamientos que se pueden aplicar: como pueden ser, la cristaloterapia, el reiki, la meditación, el yoga, por nombrar algunos de ellos. Los chakras equilibrados aportan a nuestra vida serenidad, templanza, felicidad, voluntad, empuje, armonía y paz; trasmitiendo altas vibraciones a nuestro entorno, y mejorando significativamente nuestra calidad de vida.
